La costa del norte de Brasil tiene kilómetros de playas solitarias, pueblos humildes y sobre todo sol y calor del caribe.
Encontramos ciudades como São Luís que es la única capital colonial de origen francés en Brasil, cuyo centro histórico fué declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1997. Es una hermosa ciudad que cuenta con 3.500 edificios monumentales, con sus calles irregulares y una arquitectura luso-brasileña. Hay que conocer el Palacio La Ravardiére o el Convento de las Mercedes.
A unas horas de viaje, se encuentra el Parque Nacional dos Lençóis Maranhenses (lençóis es sábanas en portugués), es un pequeño desierto ondulado que desemboca en el Atlántico, con lagunas de aguas azules. Un paraíso para los ojos, ideal para dar un paseo en completa soledad por las dunas y refrescarse en las cristalinas aguas dulces.
Hacia el Este, se encuentra Jericoacoara, o Jeri como la llaman habitualmente. Era un pequeño pueblo de pescadores de muy difícil acceso, que creció como destino para practicar kite surf y otros deportes acuáticos. Actualmente, es un pueblo turístico con muchos restaurantes y bares. Una actividad obligada, es ver la puesta del sol desde la duna que está al terminar la playa.
En toda la costa de Jeri, abundan los buggies o jeeps, que son la mejor forma de moverse por la ciudad y alrededores.
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